Primera Noche: De Presentaciones e Instrucciones

No había luna en esa noche oscura. Aunque eso ya no era ninguna novedad en la discordia que ahora dominaba este mundo. Era entrada la noche pero aún existía varios que trasnochando en las calles de Levissi. La otrora gran ciudad ahora parcialmente despoblada, se resistía morir por completo. Ciertamente ya no conservaba aquella luz anterior a la última gran guerra, pero los pocos habitantes que quedaron prefirieron permanecer en el único asentamiento el cual conocían. Pocos, demasiados pocos eran sus números.
 
Varios barrios despoblados, casas con puertas y ventanas tapiadas y edificios históricos que se convertían lentamente en ruinas. En la plaza de armas y en el segundo cuadro de la ciudad era lo único que aún permanecía habitable. Y era dentro del primer cuadro donde está historia dio comienzo. En una de las pocas tabernas que aún estaban en funcionamiento. Dónde propios y extraños se mezclaban, para intercambiar unos tragos.


En una mesa ubicada en un rincón se encontraban bebiendo un trio. Dos hombres uno de mediana edad y otro de veintitantos, mas una dama no mayor a los diecisiete, ajenos a todo el mundo. Solamente centrados en su propia conversación. De ves en cuando los hombres pedían rellenar sus tarros, mientras la chica seguía su propio ritmo. Algunos murmullos se escuchaban sobre ellos, pero ninguno de los demás presentes quería realmente involucrarse en asuntos que no les competen.


En ello la puerta del umbral fue abierta, dejando entrar a un individuo que claramente no se trataba de un cliente asiduo a dicho establecimiento. Era un muchacho, para algunos solo un chiquillo por su corta edad. Apenas un adolescente de unos 14 años. Cómo fuera el tabernero pensó en un primer momento solo echarlo, pero al ver que en su cintura portaba una espada comprendió que aquel no podía ser tratado como un mero chiquillo.


"Si tiene la edad suficiente para portar un arma, está bien que se quedé" pensó mientras tomo un vaso y lo limpió con una servilleta. Esperando que el recién llegado ordenara algo. Pero, no se acercó al cantinero. El muchacho inspeccionó el lugar y después de revisarlo con sus ojos pido notar  que ahí estaban las personas con las que se tenía que reunir.


Rápidamente se acercó a la mesa donde estaba el trío y se detuvo frente a ellos.


-¿Ehhh? Enano será mejor que te largues, este no es un lugar para ti.


Dijo uno de los hombres con desdén y molestia en su voz.

-No es que tengamos algo en tu contra, pero solamente nos estás interrumpiendo, ve mejor a atender tus asuntos, no tenemos tiempos para hacerla de niñeros.


Exclamó él otro hombre con cierto aburrimiento. Tras esas palabras dió un bostezo y se llevó lo que quedaba de bebida en su tarro a la boca.


-Ustedes dos ... ¿Ya notaron lo que trae consigo? -indicó la joven, señalando la espada que traía ceñida.

-Vaya ... ¿Cada día los manan más jóvenes a la muerte?- expresó el mayor de todos sin mostrar ningún tipo de ánimo.


-No, siguen mandándolos igual que siempre, solo que nosotros cada vez somos más viejos.


-No les hagas caso y toma asiento con nosotros - con esas palabras la joven, invitándole a tomar parte en la mesa con ellos.